Siempre me quieres cuando llega septiembre,
con el tiempo en contra
y la conciencia enterrada.
Me quieres la noche del viernes,
con la vista nublada,
la música alta
y las ganas intactas.
Me quieres la madrugada del domingo,
con la aspirina en la mano
y con la verdad en tus venas.
Me quieres cuando truena,
con la soledad de quien no es capaz de abrir la puerta
y la melancolía del que pudo haber ganado, pero se dejó vencer.
Me quieres en la oscuridad,
cuando solo te guías por el instinto
y la vulnerabilidad te hace desear a alguien a quien desvelar en la madrugada.
Me quieres cuando te pierdes,
cuando me encuentro.
Me quieres cuando no queda tinta,
cuando todo está dicho.
Y no,
no me quieres.